Si existiera la mezcla perfecta sería aquella que contuviese la cantidad exacta de dulce y amargo.
Aquella en la que interactuase de forma armoniosa lo viejo con lo nuevo.
En la que se pudiesen siempre conciliar las lágrimas con una sonrisa.
Aquella, que permitiese seguir a la razón y al corazón a partes iguales.
La mezcla perfecta a veces se da… y otras veces no. Y como se suele decir, el que no arriesga… no gana.